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Mijail Lamas

Culiacán, 1979. Peta, editor, traductor y crítico mexicano. Es maestro en creación literaria por la University Of Texas at El Paso. Ha publicado los libros de poemas: Contraverano (2007), Cuaderno de Tyler Durden seguido de Fundación de la casa (2008) reditado por la editorial argentina El suri porfiado en 2014; Un recuento Parcial de los Incendios, selección de poemas (2009), Trevas. Canción del navegante de sí mismo (2013) y El canto y la piedra (2017) editado recientemente en España. Ha editado dos colecciones de poesía internacional para la editorial Valparaíso México: En el ombligo de la luna y Sólo una vez aquí en la tierra. Fue editor en jefe de Rio Grande Review. Es uno de los editores de la revista Círculo de Poesía. Fue incluido en El canon abierto. Última poesía en español (1970-1985) de la editorial española Visor Libros. Recientemente su obra poética ha sido publicada en Australia, Rumania, Italia y Macedonia.

 

***

 

 

No quisiste quedarte.

No quisiste aprender cómo quedarte.
Quedarte resignado a beber toda la luz que nunca muere.
De tal modo que el recuerdo te soborna,
te hace dudar hasta llevar tus manos a tocar lo que no tienes.
Para tocarlo primero hay que saber decirlo, decirlo muchas veces.
Mucho tiempo has pensado destejer, una tras otra,
las tramas que se te van enredando entre los dedos.
Mucho tiempo quisiste enumerar cada partícula de polvo, cada capa de tristeza,
enumerar también cada puñetazo de la frustración,
cada truco para engañar el mediodía que te cortaba en sombra la figura.
Pero no puedes y te llevas una mano a la cabeza
y descubres que en ese recuento
hay una imagen que tienes de ti mismo y te es extraña
que sólo en sus contornos y a lo lejos, apenas en su sombra,
podrías reconocer.
Hay algo que ahora te detiene.
Has dicho demasiado y te has metido en un problema.

El añejo dolor que te conserva despierto y a la sombra
guarda para ti un sentimiento de revancha.
No puedes avanzar lo que quisieras,
el desierto que pretendes recordar se vuelve más extenso.

 

 

 

 

***

 

 

Lo que antes fue desierto aún persiste
y en unas cuantas líneas crees recuperar todo de nuevo,
recuperar aquel paisaje donde el verano cumplía su destrucción inapelable.
Pero hay algo diferente,
las calles que recuerdas tienen zanjas más hondas,
las paredes de las casas tienen grietas como relámpagos de piedra.
Crees que puedes volver a llenarte de polvo los bolsillos,
crees que puedes patear lejos de aquí remordimiento, rabia y rencor
como si de cosa pequeña se tratara.
Crees que puedes volver y una sensación de sequía en tu garganta te sorprende.
Te sorprende también aquella disposición al cariño que justificaba cada golpe,
aquella sensación de no sentirte solo sin creer que dios te vigilaba.
Y pronuncias en voz baja
una blasfemia que solamente a ti te reconforta.
¿O es qué todo lo que has dicho no deja de ser una conjetura
o una ávida reconstrucción de los hechos
o una manera de legitimar una mentira,
porque eres otra presa del olvido
y herido por el sol en el costado,

se han calcinado todos tus recuerdos?
No hay nada,
te cuesta trabajo creer que no hay nada.
Regresas para buscar en ti algo que permanezca
y compruebas que lo único palpable que posees,
ahora que ya es tarde y tienes sueño,
es el cuerpo de una mujer que no puede dormir
y te espera en otro cuarto.
Dejas la pluma que habías tomado para escribir eso que no alcanzas a fijar,
apagas en silencio cada una de la luces de la casa
y el desasosiego no se extingue por completo.

Quisieras continuar pero ya es tarde.

 

 

 

 

 

Contraverano, 2007.

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