Lucía Estrada
Medellín, 1980. Ha publicado los libros de poesía: Maiastra (2004), Las Hijas del Espino (2006), El Ojo de Circe. Antología (2006), El círculo de la memoria (Lustra Editores, 2008; Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, 2008), La Noche en el Espejo (2010), Cuaderno del Ángel (Sílaba, 2012), Cenizas de Pasolini (Editorial Pequeña Alejandría, Medellín, 2012), y La noche en el espejo y otros poemas (Letra a Letra, 2015). En 2009 y 2017 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con sus libros La noche en el espejo (2010) y Katábasis (2018). Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, japonés, sueco, portugués, italiano y alemán. Invitada a diversos encuentros literarios en el país y en el exterior entre los que pueden destacarse el Festival de Poesía de Berlín (Alemania); VIII y XVI Festival Internacional de Poesía de Medellín; Encuentro de Poetas del Mundo Latino (México); Feria del Libro de Santiago de Chile; IV Festival Internacional de Poesía Eskéletra (Ecuador); III Festival de Poesía de El Salvador; Festival Internacional de Poesía de Costa Rica; Feria Internacional del Libro de Quito (Ecuador); Festival Internacional de Poesía de Caracas (Venezuela, 2013); Salón del Libro de París (Francia, 2014); Feria Internacional del Libro de Lima (Perú, 2018). Próximamente la Editorial Eulalia Books (Estados Unidos) publicará una edición bilingüe de Katábasis en traducción de Olivia Lott.
Alfabeto del tiempo
A Eugenio Montejo
Imposible saber la hora del polvo que se acumula y va tomando cuerpo en lo que no miramos con fijeza. Solo y amargo, como un presentimiento, tiembla un instante a contraluz mientras se extinguen los minutos, las palabras, los pasos que acercan su verdad.
Bocas abiertas al hastío, puertas cerradas para siempre. Pequeñas sílabas de un alfabeto anterior que se diluye en oscuras imágenes que no logro entender. Tiempo, ¿qué haremos con el horizonte? Muda de un silencio antiguo, extiendo mi mano para que no pasen, para poder mirarlas un poco más, para que el no saber me acerque a ellas, para hundirme en su no aspiración y desaparecer secretamente como un enigma, como una sombra, o como el pájaro muerto al que ningún aire reclama.
Nota encontrada al margen de un poema de Anna Ajmátova
No tengo su nombre, pero también los pájaros vienen a morir a mi ventana. No tengo su rostro, pero mi gesto huye en inmóvil despedida. Si en lugar de quedarme decidiera ir al encuentro de lo que resplandece para su propio regocijo, si lograra al fin saltar la cuerda, intentar los pasos que me llevarían al centro de la fiesta. Pero qué lejos el mundo visto a través de mi máscara de hueso. Con cuánta inocencia podría recuperarlo… Pero he aquí que miro siempre en otra dirección, disperso el oído, casi muda, vistiendo los trajes que no fueron hechos para mí, viejas herencias del hastío. A todos nos reunirá el polvo –dices– sin embargo, mis pies se desvanecen antes de tiempo, no alcanzan, no persiguen ninguna señal. Son el miedo a todos los lugares, a los desniveles, a la tierra firme… Escucha lo que en este grito hay para ti –dices– y no busques lo que has de ver en otros ojos.
La noche nos ha dejado completamente ciegas.