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Harold Alva

Piura, 1978. Estudió Derecho y Ciencias Políticas. Poeta, narrador y editor. Fue miembro fundador del grupo literario Triángulo4 de Trujillo (1996-1998) y miembro del movimiento cultural Neón de Lima (1999-2003). En 2003 fue uno de los responsables del lanzamiento de la colección de literatura Perú Lee, del Fondo Editorial Cultura Peruana. Fue director de la revista de creación crítica El Signo y la Forma. Ha publicado los libros de poesía: Firmamento (Trujillo, 1996), Morada y sombras (Trujillo, 1998), Antes de abandonar la sombra (Lima, 1999), Cañaveral: Libro de tierra (Lima, 2001), Sotto voce (Lima, 2003), El sonido de la sangre (Lima, 2006), y las antologías Los más bellos poemas de amor (Lima, 2003), Los diez, antología de la nueva poesía peruana ( Lima, 2005), 18 poetas latinoamericanos (Lima, 2006) y Literatura de Piura (2006). Dirige la Editorial Zignos, que publica las colecciones Biblioteca de América, El Malhechor Exhausto y País Imaginario, administra el blog Contrapoder y es codirector de la revista La Caja Nocturna (edición peruana). 

 

Crónica de un peatón común y corriente

 

Encendió la noche
La ruta de los transeúntes que apagados entre el tráfico
Se agitan como un reflejo multiplicado en el olfato
La furia de una flecha detenida en su lengua
Nadie
Sólo la sombra de sus pesadillas
Sólo la tristeza de todo lo que nombra
Como un alto relieve del espanto
En la puerta de sus palmas
La certidumbre de la muerte
Su esqueleto
Acercándose como el disparo de Dios
Acercándose como un escupitajo
Sobre los muros de su propia calavera
La soledad de las vitrinas
El rencor de la historia
En la nefasta pasarela de sus pasos
Tu calle en sus pupilas
Tu miedo
Nadie
Sólo esta ciudad
Sólo los cables conectados como venas
En las fauces de anónimos suicidas
Su aliento en las ventanas
Sus párpados consumidos por esta superficie
De seres que no asimilan
La espada en la garganta
El colmillo en la garganta
La bala en la garganta.

 

 

 

La muerte

 

La muerte
Esa estaca de vidrio reflejada en mis pupilas
Amanece como una ostra
Como un cangrejo excluido de las aguas
Y nadie pregunta
Y nadie invoca las cuerdas del espanto
Las cuerdas de esta hora siniestra
La muerte
Ese dulce animal de sangre oscura
Esta pordiosera de asombros
Arrastra las córneas
Arrastra las venas como un penitente
Las ínsulas que intactas
Destrozan con lujuria esta historia sangrienta
La muerte
Esa fogata que arde y envenena
Estos nervios de puma
De fiera que huye
Ha vuelto a llamarme por mi nombre
Como una hembra arisca
Como una ramera arisca
Sin piel
Sin guadaña
Sin sombra.

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