La eternidad al alba
¿Qué es esta paz tan densa,
está quietud ardiente que me envuelve la sangre?
¿qué es esta tibia calma,
esta tregua del mundo?
Es la traición del tiempo, unánime y callado,
que pasa por mis ojos y me oculta sus rastros.
Hoy no quiero la tregua, ni la calma tan tibia,
ni la quietud ardiente, menos la paz tan densa.
Hoy quiero una aventura, una guerra en la boca,
una verdad convulsa que me muerda la herida
y acabe mis entrañas
y me ahogue
y me queme
y me robe la vida con un trombón de muerte,
con un trombón que grite: morirás sin motivo,
como mueren los hombres.
Ya no quiero la calma
Me niego, me opongo, digo que no a la calma,
a este sordo lamento y a su discreta lágrima.
No quiero, no me da la gana.
digo ¡no!, me opongo…
Para llegar a puerto
Casi he llegado a puerto.
Después de un largo viaje,
de navegar sin rumbo, sin cartas y sin brújula,
hoy he visto de nuevo la orilla que me aguarda.
Llego sin tripulantes.
Soy solo yo, capitán y vigía de mi nave cansada,
esta nave que un día, un día ya remoto,
se dio a la mar con ansias de embriagarse del mundo
y vagar con las olas en aguas cuyo nombre
no ha sido pronunciado (secretamente,
tenía la certeza de que incluso las olas,
un día con buen viento, llegan hasta la costa).
Casi he llegado a puerto,
tan solo me hace falta fijar el rumbo exacto,
encontrar un motivo y echar por fin las anclas.
Tan solo necesito una palabra, para llegar a puerto una palabra,
dime tu nombre, esa palabra exacta,
y mi navío, te lo prometo, se anclará cada noche en tu orilla,
en tu cuerpo.
Tan solo necesito una palabra, para llegar a puerto una palabra,
Dime tu nombre.